domingo, 14 de marzo de 2004

Romanticismo enfermizo

El autor chileno, Antonio Skármeta, premiado con el último premio Planeta publicó en 1985 un libro titulado “El cartero de Neruda” (Ardiente paciencia). La deliciosa novela, en su ficción, además de plasmar la situación social y política del Chile de los años previos al golpe militar de Pinochet, narra las tribulaciones de un joven metido a cartero.

Mario Jiménez, el protagonista, es un ferviente admirador del poeta chileno premiado con el Nobel de literatura en 1971, además de ser su cartero. Esta sublime admiración provoca que, entre las anécdotas y peripecias exquisitamente relatadas en la novela, destaque la entrega con que Jiménez desarrolla sus tareas postales.

Hace años un amigo me comentaba que la de cartero era una profesión romántica. Sí, tal vez lo era. Por su vocación de servicio público, de acercar a través del texto escrito a quienes estaban lejos, de facilitar un igualitario sistema de comunicación a los ciudadanos... Supongo que también antes tenían cierto romanticismo las vocaciones de los médicos o de los maestros. Prestaban una importante labor social, mejor o peor recompensada por el estado.

Pero ahora, en esta sociedad globalizada y politizada por las ansias del mayor rendimiento económico se han enterrados aquellos romanticismos.

Correos prefiere gastarse sus millones de ingresos esponsorizando eventos deportivos: ciclismo, balonmano, baloncesto, motociclismo...mientras no contratan personal suficiente. Lo importante es que algún posible comprador conozca la empresa para comprarla cuando se privatice, no aquella romántica idea de prestar un servicio público, de calidad e igualitario.

En la enseñanza sucede algo parecido. No se mejora la educación pública, es mejor subvencionar la privada para que, aunque la calidad de la educación empeore y no sea igual para todos, algunos se enriquezcan. Total, los hijos de los ricos seguirán educándose igual.

¿Y en la sanidad?, para que hablar. Mientras el gobierno se jacta de su deficit cero, médicos y pacientes luchan por acabar con las consultas abarrotadas que inciden en una pésima atención. Da lo mismo, quien tenga dinero siempre puede pagarse un médico privado.

Y es que quienes no son adinerados pecan de un enfermizo romanticismo. Quieren recibir cartas, educación y asistencia sanitaria. ¿Para que lo querrán, si se van a morir igual?. Que más da que mueran ignorantes y sin diagnósticos ni medicaciones; si total tampoco podrán escribir cartas contando sus penas a nadie, ya que el correo público no existirá o tendrá tan poco personal que no se podrán repartir.

1 comentario:

  1. hay que evitar todo roanticismo que haga de la artesana paja en soledad un bálsamo para el mal de amores.
    un anónimo que cobra la 'anónima' de correos resignadamente

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