sábado, 25 de enero de 2003

Mujeres sorprendidas

Las mujeres trabajadoras españolas con hijos menores de tres años pueden solicitar, desde el pasado trece de enero, una ayuda de 100 euros mensuales por cada uno de ellos. La medida es positiva pero claramente insuficiente.

Únicamente se verán favorecidas por esta decisión alrededor de medio millón de mujeres. El resto de posibles beneficiarias no recibirán nada porque no trabajan, es decir, no cotizan a la seguridad social ni reciben una remuneración por su trabajo, porque lo que es trabajar, trabajan como cualquiera, o más; y si no que se lo pregunten a cualquier ama de casa.

El problema de las amas de casa es que realizan las tareas menos agradecidas y más desprestigiadas de la sociedad porque ni siquiera tienen la consideración de empleo. Esta profesión denominada “sus labores”, suele ser ejercida, generalmente, por mujeres casadas, que únicamente se ocupan en cuerpo y alma de su familia. El capitalismo las ha sumido en un profundo agravio comparativo despreciando su trabajo para no tener que aceptar que debe remunerarse de algún modo.

La plusvalía marxista de la que se nutre el capital surge, en su mayor parte, del trabajo, de la capacidad de producir de los empleados; y ahí es donde entra la labor de las amas de casa porque garantizan esa capacidad de producir con sus tareas en la sombra. Desde hacer la comida hasta soportar el stress trepidante que producen los empleos a sus respectivas parejas, pasando por realizar la limpieza, ordenar la casa, cuidar los niños,...todos y cada uno de estos aspectos que recaen sobre el ama de casa hacen posible que después los trabajadores rindan en sus empleos para generar los beneficios con los que los empresarios mantienen vivo el capitalismo.

Una parte de esos beneficios las pertenece, igual que al trabajador le corresponde el salario, y esa parte debería ser, al menos, igual que habría que pagar por contratar a alguien que hiciera todas sus tareas.

Durante un tiempo se reconocieron las importantes tareas de la mujer dándolas palmaditas en la espalda con frases, tan ciertas como estériles, tales como: “Detrás de cada gran hombre hay una gran mujer”. Posteriormente, con cierta mala leche feminista surgieron afirmaciones, no menos ciertas, que respondían a la pregunta: “¿Que hay detrás de un gran hombre?”, con un tajante: “Una mujer sorprendida”. Visto lo visto, se podría añadir que detrás de todo gran hombre hay una mujer sorprendida y, por lo general, explotada, porque ya va siendo hora de que se valore su trabajo como se merece.

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