jueves, 2 de enero de 2003

Cántaros rotos

El pasado 27 de diciembre, el gobierno vasco logró el respaldo de su parlamento autónomo para aprobar los presupuestos del año 2.003. Hasta aquí todo normal,...excepto que el ejecutivo vasco solo tiene el apoyo incondicional de 36 de los 75 parlamentarios que componen la cámara legislativa de Euzkadi.

Esta situación de minoría había provocado que en anteriores ocasiones los presupuestos presentados por el PNV y sus aliados fueran rechazados. El milagro ocurrido para que esta vez, y un día antes de la señalada fecha de los Santos Inocentes, el ejecutivo vasco consiguiera el apoyo del poder legislativo fue la ausencia de cuatro diputados de la oposición.

Argucia, treta, suerte o casualidad, el resultado es inapelable: 36 votos a favor, 35 en contra, cuatro ausencias vitales y miles de, por enésima vez, “inocentes” ciudadanos.

Sin entrar en si se debía aprobar o no; ni en las causas por las que no comparecieron los cuatro diputados, (algunas tan justificadas como la recuperación de un parto); ni en el color y peso político de los mismos (uno de ellos candidato a lehendakari por el PP, Mayor Oreja), lo preocupante de la situación es, una vez más, la presumible pasividad y desidia de nuestra clase política.

Lo sucedido no es algo puntual ni extraordinario. Hace escasas fechas el Parlamento Europeo rechazó la creación de una comisión de investigación para esclarecer los hechos que provocaron la catástrofe del “Prestige”. La negativa de la eurocámara fue por seis votos de diferencia. Lo denigrante del caso es que la propuesta era del grupo socialista, y en la votación faltaron ocho de sus eurodiputados, entre ellos Rosa Díez y José María Mendiluce.

Unos años atrás, un periodista gráfico captó la contorsionista figura de un senador español realizando una doble votación. Su pie presionaba sobre el pulsador de su escaño, mientras que su mano lo hacía en el de su compañero ausente, en incomoda postura. Parece que todo vale, pero para eso es mejor que un solo representante de cada partido pueda votar por todos los escaños correspondientes y nos ahorraríamos pagar dietas y sueldos a mucho estómago agradecido. Total, la férrea disciplina de partido ahoga cualquier voz discrepante dentro de él y los resultados serían los mismos (eso si la extrema concentración de los votantes no confunde la compleja acción de pulsar el si o el no, como ha sucedido en ocasiones).

No dudo de la honestidad y entrega de algunos políticos. Tampoco puedo dudar de la frivolidad y desdén que vuelcan otros de nuestros insignes representantes en sus tareas. Tanto va el cántaro político a la fuente de las ausencias e indiferencias que al final se romperá.

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