miércoles, 12 de febrero de 2003

No tengo tiempo

¡No tengo tiempo!. Es la excusa más habitual si nos proponen hacer algo que no nos apetece, e incluso, en ocasiones, aunque deseemos hacerlo. Ciertamente el tiempo es una de las pocas cosas que el hombre no puede manipular y, lo queramos o no, somos sus esclavos.

Pero veamos en que gastamos nuestro tiempo: un tercio del día, y de la vida, se nos va durmiendo. Casi otra tercera parte la empleamos en el estudio y el trabajo. Para comer y cubrir todo tipo de necesidades fisiológicas y de higiene utilizamos más de tres horas diarias y en desplazamientos casi otras dos horas.

Sumando todo esto parece que nos quedan poco más o menos tres horas diarias para hacer lo que nos plazca (bueno, si eres una mujer que trabaja fuera de casa y luego haces las tareas del hogar, aún te quedará menos, o no te llegará el que tienes, porque las amas de casa españolas dedican casi cuatro horas diarias a las labores de casa, frente a los 37 minutos que dedican los hombres). Nuestro tiempo libre no es demasiado.

Curiosamente, en este país malgastamos casi cuatro horas diarias a ver la televisión durante el pasado mes de enero. Después de trabajar, dormir o estudiar, es la actividad que más tiempo nos ocupa y la realiza habitualmente el 75 por ciento de los españoles. Es cierto que, por ejemplo en USA, el consumo de televisión es mayor, pero no es consuelo. Allí también apoyan una guerra absurda, se atiborran de comida basura y, muchos americanos se pasean con armas por la calle.

Debe ser muy interesante lo que emiten por la pequeña pantalla para que nos absorba todo el tiempo libre del que podemos disfrutar, e incluso un poquito más. Comprobando la programación, vemos que predominan los bodrios tipo operación triunfo, gran hermano y similares, además de denigrantes programas en los que se sacan a relucir los trapos sucios de los famosos y de los que no lo son tanto. Ah, también el fútbol es un habitual líder de las listas de audiencia junto con algunas películas.

Tal vez eso sea lo más fascinante que somos capaces de hacer los fabulosos humanos del siglo XXI: encerrarnos en nosotros mismos, sentarnos ante la “tele” y ver como se esfuma nuestro vida. Pobre balance para un animal social que vive en lo que McLuhan definió como “aldea global” por la facilidad para transmitir información y comunicarse que suponen los adelantos tecnológicos...

...Perdona por el aburrido sermón, a mi también me hubiera gustado escribir una columna más amena, documentada y didáctica, pero supongo que la televisión ha carcomido excesivamente mi capacidad de comunicar y, además,... ¡no tengo tiempo!.

No hay comentarios:

Publicar un comentario