lunes, 12 de mayo de 2003

El circo y las hienas

Ya estamos una vez más dentro de la vorágine electoral. Cada vez que esto ocurre, el mundo parece transformarse. Los políticos posan con su mejor sonrisa en los carteles que ensucian nuestras calle y muestran su cara más amable y su tono de voz más seductor en los medios de comunicación... No hay nada imposible y todo es maravilloso.

Las calles de ciudades y pueblos, con las calles recién asfaltadas, se saturan de vehículos envueltos en propaganda que vociferan que su candidato es el mejor. Cualquier local susceptible de acoger un grupo de personas se convierte en escenario de tal o cual mitin, cuyos protagonistas aseguran que ser los más indicados para regir nuestros destinos.

La parafernalia, el colorido y los despropósitos configuran un gigantesco y desprestigiado circo cuyas actuaciones se prolongan hasta la conclusión de las elecciones. En este extraño circo no hay fieras, sólo pacíficos magos y patéticos payasos. Los magos intentan hipnotizar y convencer a su audiencia de los parabienes de su magia. Los patéticos payasos a veces somos los propios espectadores al creernos las triquiñuelas de los ilusionistas y en otras ocasiones ejercen de ello los propios prestidigitadores con sus deprimentes actuaciones.

La base de todos y cada uno de los discursos es la misma: las promesas. Esas vanas promesas cuya reiterada vacuidad e incumplimiento persiste en la historia. Los políticos prometen todo lo que su imaginación les indica con el fin de obtener nuestro voto.

No tienen escrúpulos en hacer muchas promesas a sabiendas de que no las cumplirán, haciendo válido el machista dicho de “mientras prometo, meto; y cuando he metido, nada de lo prometido” (eslogan que les iría que ni pintado a todos ellos). El problema es que los políticos sólo quieren “meter” una vez cada cuatro años y a los patéticos payasos se nos olvida que no han cumplido las promesas hechas en las anteriores elecciones.

Es aquí donde cabe preguntarse si el ser humano y la hiena no somos lo mismo. Los políticos actúan comportándose como auténticos carroñeros, mientras que el resto nos reímos con sus gracias y promesas. Es triste, pero es así, parecemos hienas y, como dice el chiste, la hiena es un animal que vive en África, se alimenta de carroña, se aparea una vez al año y emite una sonrisa similar a la del ser humano. Es tan sorprendente que las hienas, viviendo en un continente tan abandonado como África, comiendo desperdicios y practicando sexo una vez cada doce meses emitan carcajadas, como que lo hagan los electores tras comprobar las falsas promesas de los candidatos a los que han de votar.

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